La iglesia, a la que se accede por un amplia plaza, es conocida sobre todo porque custodia en su interior importantes relíquias, entre las que se cuentan diversos fragmentos de la Cruz de Jesucristo, de ahí el nombre. Además, también contiene importantes frescos, mosaicos y una copia del Santo Sudario.
La Basílica de la Santa Cruz en Jerusalén se encuentra a pocos centenares de metros de la parada San Giovanni de la línea A del metro, a la que se puede llegar fácilmente recorriendo Viale Carlo Felice, una avenida arbolada que la une también a la Basílica de San Juan de Letrán en la plaza homónima.