Una joya tan romántica sólo podía tener una historia a su altura. En el pasado la isla vio pasar a celtas, ligurios, griegos y romanos, piratas beréberes e incluso a Napoleón.
Una isla en el Mediterráneo, cubierta de pinos y viñedos, con el sonido de las cigarras como banda sonora y el agua, de un color turquesa superlativo, bañando pequeñas playas de arena blanca. Un lugar por el que no pasa el tiempo, donde no hay coches ni wifi, pero sí una pequeña aldea de casitas sumergidas en buganvillas.