Para evitar que se perdiese el teatro, la familia del filántropo José García Barbón encarga las obras del nuevo edificio al arquitecto Antonio Palacios, que diseña un edificio monumental en el que se integran diversas funciones como cinematógrafo, casino y teatro.
Es una de las obras arquitectónicas más emblemáticas de la ciudad. El actual edificio es consecuencia de la reconstrucción del antiguo teatro Rosalía de Castro, incendiado en 1910 cuando se celebraba un baile de carnaval.