El imperio de Japón se rindió el 15 de agosto de 1945, pero décadas después un puñado de
soldados japoneses, que en su mayoría habían quedado aislados y no creían que el imperio japonés se hubiese rendido, seguían luchando en las selvas del Pacífico.
A su lado, la hazaña de los últimos de Filipinas, se nos antoja diminuta.
Son hombres que recibieron una orden y, al no recibir contraorden, intentaron cumplirla aun pasando décadas.
Hace tan solo unos días que murió uno de ellos: Teniente Hirō Onoda.
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Los casos más excepcionales son:
- Sargento Shōichi Yokoi luchó en la isla de Guam, una de las principales bases norteamericanas, hasta el 24 de enero de 1972, cuando fue capturado.
- Teniente Hirō Onoda, lucho en la isla de Lubang (Filipinas) hasta su rendición el 9 de marzo 1974, tras ordenarle un superior llegado de Japón que se rindiese.
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Soldado Teruo Nakamura se rindió en Morotai, Indonesia, el 18 de diciembre de 1974.