Lo más bonito y particular de este monumento son sus vidrieras, típicas del siglo XIII, que representan 670 metros cuadrados, la mayoría instaurados en la capilla alta, que estaba reservada para la familia real. Lo más particular de estas vidrieras es que se pusieron allí sin muros y sólo están separadas por pilares, lo que genera un efecto de luz realmente impactante.
Para disfrutar de la Sainte Chapelle lo mejor es ir al atardecer, cuando las vidrieras y la luz del sol nos regalan un espléndido espectáculo que seguramente será muy difícil de olvidar.