Pedro Duque dice que los invernaderos de Almería son lo único que se ve desde el espacio
Almería ya no es la tierra mísera de desiertos y áridas y resecas estepas mediterráneas cubiertas solo de arbustos o de endémicos parrales.
El almeriense aprendió la técnica del invernadero, hecho con estacas y plástico. Rellenaron la tierra con arena de las playas y aprovecharon las salobres aguas de los acuíferos. Y con el acompañamiento de un clima privilegiado de sol y viento, lograron sacarle a la tierra tres cosechas al año.
Un éxito.
Hoy el sur de Almería es
un mar de invernaderos; verdaderos laberintos de plástico con cantidad de mano de obra inmigrante.
Un gran milagro económico.
La otra cara de la moneda es el
coste medioambiental. El mar de plástico se ha bebido los acuíferos; ha devorado las playas; ha ocupado ramblas, cauces y montes; ha enterrado toneladas de plásticos y residuos orgánicos con pesticidas y abonos…
Y otra vez el dilema:
progreso y economía o ecología y miseria.
Como dice la sabiduría:
en el equilibrio está la perfección.