El invento del Aerotrén debido al ingeniero francés, Jean Bertin consistía en inyectar aire bajo la estructura del tren, para hacer que se elevara sobre su sistema conductor que no era sino una vía en forma de “T” invertida construida en hormigón. Para la propulsión se acudía a potentes motores primero con hélices y después con turbinas.
A finales de 1967, un vehículo de este tipo logró surcar la “T” de hormigón a casi 350 kilómetros por hora, una línea de pruebas con casi siete kilómetros de longitud en Gometz-le-Châtel.
A pesar de la ilusión despertada, la financiación para despegar del todo con esta tecnología no llegó, su inventor falleció en el año 75 y todo se olvidó. La SNCF, o ferrocarriles franceses, decidió apostar por otra tecnología, con lo que se dio paso a los trenes de alta velocidad TGV. En el 1974 se dio carpetazo al Aerotrén.
Hoy día, lo que queda de los prototipos es prácticamente chatarra. Muchos kilómetros de la vía de hormigón se derribaron, pero aún quedan algunos vestigios en ruinas de esta obra como testimonio de algo que no pudo desarrollarse.
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