FORTIFICACIONES DE CARTAGENA DE INDIAS anexo
CASTILLO DE SAN FELIPE DE BARAJAS
El Castillo San Felipe de Barajas es una fortaleza militar en la ciudad de Cartagena de Indias construida por los españoles durante la época colonial en lo que hoy es Colombia. Fue la más grande de las fortalezas españolas construidas en el continente Americano. La construcción comenzó en el año de 1536 con el nombre de Castillo de San Lázaro, ampliada en 1657.
Fue edificado sobre la Colina de San Lázaro y desde allí dominaba cualquier intento de invasión a la ciudad, ya fuera por tierra o avanzando por la Bahía de Cartagena en el mar Caribe. Luego de sufrir ataques por parte de ingleses como la del Barón de Points y la del almirante Vernon en 1741 en la llamada Guerra de la Oreja de Jenkins, el ingeniero Antonio de Arévalo le fue asignada la tarea de construir las baterías colaterales.
El Fuerte de San Felipe de Barajas, tras las reformas de 1.762, es la obra maestra de las fortificaciones españolas en el Nuevo Mundo.
Básicamente, se trata de una serie de plataformas defensivas situadas a diferente nivel, es decir, las diferentes plataformas están unas detrás de otra, en escalera, de tal manera que cada una está protegida por las superiores.
En resumen, si un enemigo ataca y conquista el primer nivel, éste no sirve para atacar los siguientes niveles al estar más bajo, pero es atacado por todos los restantes y así sucesivamente. Conquistarlo significa ir subiendo una escalera escalón por escalón, estando siempre el defensor protegido y el atacante al descubierto.
La comunicación entre niveles se soluciona con unos ingeniosos pasadizos los cuales están diseñados para que el atacante tenga que avanzar sin ver al enemigo ni escucharlo (está estudiada la acústica y la entrada de la luz). El defensor puede disparar y atacar sin que el atacante vea ni de dónde viene el ataque ni hacia dónde va el pasadizo, sólo ve oscuridad total delante de él. Ésto lo comprobé personalmente y es asombroso, escuchas las pisadas de la gente que entra, las ves, pero cuando entras no ves nada, tienes que ir tanteando las paredes porque todo es oscuridad. Te das la vuelta y “voilá”, vuelves a ver y a escuchar a los que vienen detrás.
Además, los pasadizos tenían lo que se llamaban “nichos de muerte”, aprovechando esa inclinación para evitar la luz, existen unos agujeros naturales en las paredes dónde el defensor puede acuchillar al atacante sin que el que sigue al atacado siquiera vea lo que está pasando.
Descripción más académica:
Las baterías ocupan diferentes planos más bajos que el castillo que las domina, con el fin de poder batir desde distintas alturas el terreno de las inmediaciones. Las baterías de San Lorenzo y Santa Bárbara, con sus reductos intermedios, dominan con fuegos rasantes y laterales todo el terreno comprendido desde el Playón del Cocal hasta el pie del Cerro, antes indefenso. La misma de Santa Bárbara y las restantes dominan todas las alturas inmediatas, hasta el punto de que cualquiera de éstas quedaba batida por veinte o treinta fuegos, cuando menos, de los cuarenta y dos cañones que, en conjunto, montaban aquéllas.
Como todas estas baterías, aun flanqueándose recíprocamente, no podían batir con fuegos rasantes el terreno comprendido entre ellas, se hizo una falsa braga o camino cubierto -que une la de Santa Bárbara con la de la Cruz, en un plano más abajo que la de la Redención-, con parapetos a prueba de cañón, para batir dicho terreno con fuego de fusil.
La batería de San Carlos, por ser la más avanzada, era la que podía hostilizar los cerros cercanos. Se le hicieron "robustos y altos merlones" para defender a los artilleros, almacenes y cuarteles subterráneos y comunicación también subterránea con el resto de la fortaleza por del Hornabeque, además de una comunicación exterior, en el que se hicieron dos cortaduras para su defensa. Por su situación, quedaba dominada por los fuegos del Hornabeque, algunos del castillo y por otros de la batería de la redención, así que no podrían mantenerse los enemigos en ella si llegaban a ocuparla.
Todas estas baterías fueron dispuestas de tal modo que se defendían recíprocamente y, a su vez, estaban dominadas por el castillo. Formaban un conjunto de fortificaciones separadas, unidas entre sí por caminos subterráneos que permitían la retirada sucesiva de una en otra a medida que los enemigos consiguiesen ocuparlas.