El corsario inglés Francis Drake dirigió una expedición militar contra las fuerzas navales que España estaba preparando para invadir Inglaterra.
Al atardecer del 29 de abril la flota inglesa entró en la bahía de Cádiz. En aquel momento había en el puerto 60 naos, y varios barcos más pequeños. Tras el avistamiento, otras 20 naves francesas presentes en la bahía y otras embarcaciones pequeñas buscaron refugio en Puerto Real y Puerto de Santa María, protegidos por los bancos de arena que las grandes naos no podían atravesar.
Juan de Vega, corregidor de Cádiz, mandó aviso a Alonso Pérez de Guzmán, duque de Medina-Sidonia, quien llegó desde Sanlúcar esa misma noche para hacerse cargo de la defensa de la plaza. Las galeras españolas, que en ausencia del Adelantado Mayor de Castilla estaban bajo el mando de Pedro de Acuña, salieron al encuentro de la flota inglesa, debiendo retirarse hacia Cádiz ante la superioridad inglesa. Los puestos en tierra abrieron fuego de artillería desde la costa contra la flota inglesa con poco éxito, pero sí consiguieron rechazar un intento de desembarco con lanchas en el Puntal.
Durante la noche del 29 y todo el día y la noche siguientes prosiguieron los combates en la bahía. Al amanecer del 1 de mayo los ingleses se retiraron, habiendo destruido entre 2310 y 3311 naves españolas, sumando entre todas un peso de 10.000 toneladas,8 además de haber capturado otras 4 naves llenas de provisiones.
Buenísimo Batiste!!!!! me gusta el hilo, aunque haya que poner cosas no siempre alegres.
Lo del Señor corsario inglés, Francis Drake nos dejó su apellido como para recordarlo cada vez que vemos un mapa de Argentina si tomas en cuenta que
El pasaje de Drake, es el tramo de mar que separa a mi país y a Chile del Sur de la Antártida y además comunica el océano Pacífico con el Atlántico. Tamaño pedazo de mas de 900 km. Será por el nombre que tiene el pasaje que las aguas son de las más tormentosas del mundo?
La versión oficial de los aliados indica que Hitler renunció a intentar huir de Berlín y se suicidó con un tiro de pistola y, al mismo tiempo, ingiriendo una cápsula de cianuro en su Führerbunker, a 15 m de profundidad en el subsuelo del edificio de la Cancillería en Berlín, junto a su nueva esposa Eva Braun y rodeado de unos pocos incondicionales, el 30 de abril de 1945, cuando el Ejército Rojo, dirigido por el mariscal Georgi Zhúkov, tomaba Berlín y se encontraba a menos de 300 m del búnker.
Aquel día, Hitler almorzó en compañía de sus secretarias en un silencioso ambiente y después del almuerzo, el cual fue servido por Constanze Manziarly, hizo matar a su perra Blondie. Luego dio a su ayudante Otto Günsche instrucciones estrictas sobre la cremación de su cuerpo y el de su esposa, probablemente para evitar que fueran exhibidos como «trofeos de guerra», recordando el ultraje del cadáver de su amigo Benito Mussolini, que fue colgado desnudo boca abajo junto con el de su amante en una gasolinera de Milán, donde fue golpeado, escupido y despreciado durante días. El siguiente relato procede del testimonio de Günsche: Hitler se retiró a eso de las 16 horas junto con Eva Braun a su despacho privado contiguo a la sala de mapas y Otto Günsche se paró frente al despacho esperando el momento de entrar; le acompañaba Linge. Se sintió un disparo ahogado y Günsche esperó unos 15 minutos de acuerdo a instrucciones; posteriormente Linge ingresó a la habitación de dos ambientes. Hitler estaba recostado a un extremo del sofá con un tiro en la sien, con salida de proyectil, de la cual aún manaba sangre, su boca tenía una grotesca mueca.
Según Günsche y Linge, Eva Braun estaba recostada al otro extremo con los ojos abiertos y una mueca de dolor en su rostro, una pistola estaba en la mesa a su disposición, pero no alcanzó a usarla, pues el cianuro suministrado por el médico personal de Hitler, Ludwig Stumpfegger, había sido rápido.
En efecto, Linge siguió a Günsche al entrar al compartimiento de Hitler, y una vez confirmada su muerte, levantó los cuerpos envueltos en una alfombra y los sacó al patio trasero de la Cancillería, en unos momentos en que llovían obuses rusos por doquier.
Günsche depositó ambos cuerpos en un orificio de obús, los roció con unos 200 l de gasolina y les prendió fuego. Mientras se consumían, unos cuantos testigos, entre ellos Martin Bormann, Goebbels, realizaron un nervioso y acongojado saludo militar, mas un obús que estalló cerca les obligó a volver al búnker sin verificar la total consumación de la incineración.
Su muerte se puso en duda durante mucho tiempo, creándose toda suerte de mitos.
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