El plano que contiene al meridiano de un lugar (círculo que pasa por los polos) y su corte con el plano del horizonte forma la llamada meridiana del lugar, una línea que queda orientada al norte- sur del plano de horizonte.
Un rayo de sol individualizado, o la sombra de un gnomon, se proyectan sobre el plano de horizonte, cada día, cuando el sol está en su cenit, y estas proyecciones van siguiendo, a lo largo del año, la línea meridiana del lugar. El trazo dibujado por el sol está limitado en sus puntos extremos por las proyecciones en los días respectivos del solsticio de verano y de invierno. En medio se resaltan los puntos correspondientes a los equinoccios o el tránsito entre las distintas constelaciones por las que atraviesa aparentemente el sol. Así se dibujan las líneas meridianas que a lo largo de los siglos se han venido realizando en distintos lugares.
El ejemplo de línea meridiana más ostensible por su magnitud, a pesar de que suele pasar bastante inadvertida es la de la plaza de San Pedro, en el Vaticano.
En 1817, con el papa Pío VII colocaron en el suelo, alrededor del obelisco, una rosa de los vientos y una línea de granito. Esta línea se extiende desde la base del obelisco, pasa bajo una de las fuentes y llega hasta las columnas de Bernini.
A diferencia de las meridianas del interior de edificios, sean templos, palacios u observatorios, que usan un orificio para iluminar la línea, en la Plaza de San Pedro es la sombra de la cruz que corona el obelisco la que nos indica, a las doce del mediodía, la época del año en que nos encontramos.
En los extremos de dicha línea, encontramos dos discos de mármol que nos señalan los puntos de los días del solsticio de verano y de invierno. Además hay otros cinco discos que indican el paso del sol por los demás signos del zodiaco agrupados en parejas