Agadez es la ciudad más grande del norte de Níger, con una población de 78.289 habitantes (censo de 2001). Se encuentra en el Sáhara y es capital de la región de Aïr, una de las federaciones tradicionales del Tuareg.
La ciudad fue fundada antes del s. XIV y gradualmente se convirtió en la ciudad más importante del Tuareg, restando importancia a Assodé; creció gracias al transporte y el comercio sahariano. La economía de Agadez se basa en la sal (sal de Bilma), que traen las caravanas.
En 1449, Agadez se convirtió en un sultanato, mientras que alrededor 1500 fue conquistado por el imperio del Songhai. En aquel momento, la ciudad tenía una población de alrededor 30.000 personas y era un paso principal para las caravanas medievales que negociaban entre las ciudades africanas del oeste de Kano y de Timbuktu y los oasis africanos del norte de Ghat, Ghadames, y Trípoli, en la orilla mediterránea. El declive empezó después de la invasión marroquí, y la población se hundió menos a de 10.000 habitantes.
El desierto del Sahara es fascinante. Aquellos que nos gusta recrearnos en su imensa soledad, no lo encontramos nada aburrido, porque ni todos los paisajes son iguales, ni todos los desiertos tampoco.
Lo cierto es que para disfrutar del desierto, hace falta saber saborear sus cambios suaves...
Os dejo una foto del desierto de Libia. Es curiosa la riqueza de texturas y de colores de estos grandes espacios africanos.
Tombuctú,Htöómvüktúôòm o Timbuctú es una mítica ciudad (la de los 333 santos), cercana al río Níger (a sólo 7 km de distancia del río), en la República de Malí, estuvo durante siglos vedada a la visita de personas no islámicas. El primer europeo en entrar en Tombuctú fue el explorador escocés Alexander Gordon Laing (1793-1826), que salió de Trípoli en febrero de 1825 con la intención de estudiar la cuenca del río Niger. Llegó a Tombuctú en agosto de 1826 y fue obligado a marchar pocas semanas después, aunque no llegó muy lejos, pues fue asesinado en el desierto. Poco después, en 1827, visitaría la ciudad el francés René Caillié, que llegó navegando por el río Níger disfrazado de musulmán, y tuvo la suerte de volver para contarlo.