CANAL DE CORINTO
Corinto era célebre en el mundo antiguo. Debía su magnificencia y riqueza a la estrecha franja de tierra que separaba el mar Jónico del mar Egeo. ¿Por qué? Bueno, en aquellos tiempos se acarreaba los barcos a través de la estrecha franja de tierra del istmo. Se los trasladaba sobre una pista enlosada, la cual estaba cubierta de pedazos de madera untados con grasa, llamada diolcos (pista de acarreo). Así los barcos evitaban los peligros de circunnavegar el Peloponeso. El extremo sur del Peloponeso era particularmente peligroso, ya que en el cabo de Malea los navegantes hallan con frecuencia mal tiempo y mares embravecidos.
Sin embargo, como puede imaginarse, a pesar de todas sus ventajas, el acarrear barcos por tierra a través de la estrecha franja del istmo no era barato. Los mercaderes tenían que pagar altos costos de peaje en el puerto, que eran la principal fuente de ingresos de Corinto.
Se recibían ingresos adicionales de los mercaderes, quienes, hasta que pudieran conseguir que se trasladara su barco a través del istmo, permanecían en Corinto. En la ciudad muchos de ellos se entregaban a una vida fastuosa y licenciosa, y gastaban considerables sumas de dinero. También hacían regalos a los templos, y sacrificios a los dioses paganos. Por todo ello Corinto se convirtió en una de las ciudades más ricas del mundo antiguo, una ciudad renombrada y voluptuosa, donde se daban cita y se mezclaban los vicios de Oriente y Occidente.
Las primeras propuestas para un canal
En el siglo VII a. de la E.C., el tirano de Corinto, Periandro, uno de los Siete Sabios de la antigua Grecia, concibió un plan para construir un canal en esta estrecha franja de tierra entre el Peloponeso y la Grecia continental. Si ello contribuía a un aumento en el tráfico de barcos, también contribuiría a que hubiera mayores entradas por concepto de peaje. Sin embargo, abandonó su proyecto. ¿Por qué?
Por temor a provocar la ira de los dioses, pues, de boca de la pitia o pitonisa del Delfos, un oráculo había dicho: “No hagan una torre en el istmo, ni caven a través de él (hagan un canal a través de él)”. Se informa que los promotores de este oráculo lo habían sido los sacerdotes de los templos corintios. Ellos temían que dejarían de recibir las ricas donaciones y regalos que se les hacían si se abría un canal que permitiera a los barcos pasar rápidamente, pues ya no habría razón alguna para que los mercaderes permanecieran en Corinto.
En 307 a. de la E.C., Demetrio el tomador de ciudades revivió la posibilidad de construir el canal. Pero él, también, abandonó la idea cuando los ingenieros egipcios que había traído para la obra le aseguraron que existía un gran problema. Dijeron que había una diferencia entre el nivel del agua del golfo de Corinto y el del golfo de Egina. Así que advirtieron que, de abrir un canal que cortara la franja de tierra, las aguas del golfo de Corinto se desbordarían en el golfo de Egina, lo cual inundaría la zona y haría desaparecer las islas cercanas.
El canal
Después de la revolución griega de 1821, Juan Capodistria, el primer presidente de Grecia, discernió lo importante que era para el desarrollo de Grecia un canal en Corinto. Le asignó el proyecto a un ingeniero francés, pero nuevamente esta vez por razones económicas se tuvo que desistir del proyecto.
Por fin, después de la apertura del canal de Suez, el gobierno griego (en noviembre de 1869) promulgó una ley para “abrir el istmo de Corinto”. Se hicieron varias modificaciones y añadiduras a esta ley y, después de negociaciones prolongadas, se comenzó la obra de construcción del canal el 5 de mayo de 1882. Es interesante notar que, a pesar de que se propusieron tres lugares diferentes para abrirlo, el que se escogió al final fue el mismo que habían escogido los ingenieros de Nerón.
Unos 2.500 obreros participaron en este proyecto por unos diez años, y se utilizó la mejor maquinaria que había disponible entonces. Extrajeron unos 930.000 metros cúbicos de piedras y tierra. El canal mide 6 kilómetros de largo. En ciertos puntos sus pendientes alcanzan una altura de 76 metros sobre el nivel del mar. La anchura del canal es de 25 metros en la superficie del mar y 21 metros en el fondo del mar. La colosal obra de hacer el canal en el istmo de Corinto se completó, y las ceremonias de apertura se celebraron el 7 de agosto de 1893.
En los últimos años, unos 12.000 barcos han cruzado el canal cada año. En general, es preferible cruzar el canal, pues resulta más económico en lo que se refiere al consumo de combustible y economiza tiempo valioso. Además, evita el tener que circunnavegar el Peloponeso.
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