La Batalla de los Campos Cataláunicos (también llamada Batalla de Châlons, o Batalla de Locus Mauriacus) enfrentó en el año 451 a una coalición romana liderada por el general Flavio Aecio y el rey visigodo Teodorico I contra la alianza de los hunos comandada por su rey Atila. Esta batalla fue la última operación a gran escala en el Imperio Romano de Occidente y la cumbre de la carrera de Aecio. Es considerada una de las batallas más importantes y decisivas de la Historia Universal.
El lugar donde se piensa que tuvo lugar la batalla fue en algún descampado en la margen izquierda del río Marne, cerca de la ciudad de Châlons-en-Champagne, actualmente en el norte francés, aunque se desconoce la ubicación exacta. El enfrentamiento tuvo lugar durante los últimos días del mes de junio del año 451.
En esta batalla se enfrentaron dos bandos en los que estaban integrados un gran número de pueblos de origen germánico. Por la parte huna, Atila contaba con una gran cantidad de los jinetes de las estepas que habían conformado su pueblo, así como una gran cantidad de infantería de los reinos que le habían rendido vasallaje, como los ostrogodos, gépidos, hérulos, turingios y muchos más.
El ejército romano estaba comandado por el magister militum
Flavio Aecio, apodado por los historiadores como «
el último de los romanos», por sus denodados esfuerzos por defender un Imperio Occidental que se derrumbaba a pasos agigantados. Aecio buscó la ayuda de otros pueblos bárbaros, pues era consciente de que el ejército romano no podría frenar a la masa que se abalanzaba sobre las fronteras del Imperio y de que sus legiones no eran ni una sombra de lo que habían sido siglos atrás.
Tras una larga batalla, romanos y visigodos consiguieron una victoria decisiva sobre los hunos y Atila mando preparar una pira funeraria para incinerarse y así evitar caer en manos romanas.
Sin embargo los romanos, que desconfiaban de los visigodos, no contraatacaron y Atila pudo retirarse.
Aecio y Atila abandonaron el campo de batalla de Châlons-en-Champagne dejando tras de sí tantos cadáveres (algunos estiman entre veinte y treinta mil), que según los contemporáneos las almas de los muertos siguieron luchando en el lugar durante varias noches. Durante generaciones, los campesinos de la zona siguieron desenterrando huesos y armas mientras labraban la tierra.
Atila todavía tendría tiempo para reorganizarse en Germania y atacar de nuevo el norte de Italia en el 452 d. C. Sin embargo se vuelve a retirar y muere después de una orgía en la celebración de su matrimonio matrimonio con la princesa goda Ildico.
La retirada de Atila y su muerte al año siguiente despertaron los celos de Valentiniano III contra Aecio, que gozaba de una gran popularidad, y desperto las sospechas de que su mejor general tenía aspiraciones al trono imperial.
Con la muerte de Atila en 453, el emperador pensó que la habilidad negociadora y militar de Aecio ya no eran necesarias, ahora que había desaparecido el peligro de Atila.
En el año 454, Valentiniano III lo mandó llamar a palacio, y después de una intensa discusión, él mismo lo asesinó por sorpresa atravesándole con la espada imperial. Había muerto el último gran romano, el último hombre que representaba los valores que habían llevado a Roma a conquistar todo el mundo conocido.
Al año siguiente, dos antiguos oficiales de Aecio asesinaron al emperador durante un desfile militar.
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