Además de la abrumadora presencia de soldados y diplomáticos extranjeros, lo que más llama la atención al caminar por las calles de Prístina es la omnipresente imagen de Bill Clinton en escaparates, portadas de revistas y, sobre todo, en la avenida que lleva su nombre y que se encuentra presidida por un inmenso cartel con su retrato. O, también impactante, es el contraste entre las edificaciones anteriores a la llegada de los fondos extranjeros: grises, monótonas, sin brillo; y las nuevas construcciones repletas de fuerza, modernidad e innovación, como varios edificios oficiales o la biblioteca principal, que con sus cúpulas luminosas y su envoltura metálica, parece más diseñada para una estación lunar, que para ocupar el centro del saber de la capital de Kosovo.
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