Entre los acantilados de la costa de Mioño, Castro Urdiales, (Cantabria), es impresionante ver surgir una magnífica estructura metálica, alineada perfectamente O-E, y apoyada sobre la orilla sobre un robusto pilar, desde cuyo centro, en voladizo, se adentra en el mar unos 55 m. Es el llamado Cargadero de Dícido, (nombre de la empresa que promovió el primer cargadero, la Dícido Iron Ore Company Limited).
Es el último de los siete que hubo en las costas de Cantabria, siendo el vestigio más evidente del pasado minero de la zona y sus vinculaciones con la extracción de mineral, de unas minas a cielo abierto que proveían de hierro y estaban relativamente cerca del cargadero.
Además, técnicamente es el último ejemplo de “cantiléver” en España. El "cantilever" (del inglés, voladizo) es un modelo de cargadero de estructura metálica cuyo extremo de descarga vuela sobre el mar abierto.
En el mismo enclave le precedieron dos cargaderos. El primero era un muelle embarcadero que sería destruido por un fuerte temporal. El segundo, ya fue un cantiléver, que fue volado en 1937, durante la Guerra Civil. Después, Altos Hornos de Vizcaya, propietaria de la Dícido Iron Ore, encargó la construcción de un nuevo embarcadero a las empresas Basconia y Gortázar Hermanos.
Al finalizar su vida activa, Agruminsa, filial de Altos Hornos y propietaria del cargadero, vendió las instalaciones, y tras pertenecer a una inmobiliaria y a la empresa Derivados del Fluor, pasó a ser propiedad del Ayuntamiento de Castro Urdiales en 1986 tras el simbólico pago de una peseta.