Los tonos coloridos del palacio, máximo exponente del romanticismo en Portugal y la eterna obra del rey-artista D. Fernando II, abren las puertas a la imaginación de todos los que llegan allí, y los infinitos tonos de verde que pintan el parque circundante constituyen un entorno idílico, a menudo bajo el velo de la niebla característica de la cordillera de Sintra. Como salido de un cuento de hadas, este lugar hace que todas las generaciones de los que pasan por allí y que quedan deslumbrados por él.