Calles en su mayoría estrechas y angostas, empedradas como las de antes y siempre en pendiente, son las mil y un arterias pequeñas por las que transita la vida social de unos hogares que parecen colgar hacia el abismo y que desde siempre han tenido en el mar el reflejo exacto de su propia inclinación. Destacan las hermosas balconadas por doquier y la cercanía de las casas entre sí, que parecen haber sido construídas para arroparse mutuamente de los embites del Cantábrico.
Castropol luce señorial en un promontorio escalonado que desemboca en la majestuosa ría del Eo, frontera natural entre Asturias y Galicia. Esta ilustre villa es la noble frontera entre dos territorios afines y sus calles, que cada año se engalanan de alfombras florales coincidiendo con la festividad del Corpus, son una muestra de un interesante Casco histórico en el que destaca tanto la arquitectura civil como la religiosa de los últimos tres o cuatro siglos. Palacios y casas blasonadas, capillas, iglesias, plazas, parques, todo en Castropol nos conduce a un pasado de gloria y esplendor.