Pocos reyes en la historia, con sólo 25 años de edad, han proyectado un castillo con la intención de demostrar su poder. Francisco I lo hizo. Lo pensó, y consiguió asombrar al mundo incluso cinco siglos después entró en el listado de Patrimonio de la Humanidad en 1981. Si en pleno siglo XXI la visión del castillo de Chambord con su simetría y su grandeza reflejada en el agua te enamora ¿puede enamorarte un castillo?, ¿qué sucedería en el siglo XVI? ¿Qué le pasaría por la cabeza a Francisco I para construir un edificio que rivalizara en belleza con la propia basílica de San Pedro en el Vaticano, que se había comenzado a construir apenas 10 años antes?